Hace algún tiempo pinté un óleo titulado Intimidad. Trataba de representar una especie de calor interior, nuclear, propio, que podría – que quería- ser una expresión de ese concepto. Más tarde leí, con mucho interés, el libro de José Luis Pardo, titulado justamente La Intimidad (Pre-Textos). Y se produjo como una resonancia entre las ideas del libro y el trabajo pictórico. Así nació una amplia serie de óleos sobre… la intimidad. Hay que decir que esa conexión me resultó sorprendente y muy estimulante. El texto de Pardo me abrió horizontes (íntimos). Leía el libro y pintaba en cierta manera inspirado por él. Se dio esa conexión. Más difícil es, como casi siempre, explicarla.
Para Jose Luis Pardo la intimidad no se sitúa en la esfera de lo privado, ni en el ámbito de lo oculto, ni en el de lo inasible, ni envuelta por la soledad. La intimidad no es ‘el hueso del aguacate’ de nuestra personalidad. Viene definida por nuestros límites, por nuestras inclinaciones. La intimidad no es el centro, no es la identidad. Somos fluidez, dinamismo. Somos varios centros y varios vacíos. Somos el rojo y somos el verde. La intimidad es la vida y la forma de contarla. Nuestra propia voz, que ‘al oírla resuene como propia’.
De manera que me vi pintando el concepto de intimidad de Pardo. Pero ¿se puede pintar un concepto desarrollado a lo largo de todo un libro? No lo sé. Es muy probable que la respuesta esté en la intimidad de cada espectador-lector.
Nos define también el espacio. Aquel que creamos entre las múltiples identidades. Espacio compartido, habitado, vivo.
La exposición está organizada en dos secciones. En una aparece, si se me permite la expresión, el concepto de intimidad puro, llano, abstracto. La segunda tiene un carácter espacial. Es la intimidad concretada en una geografía que es la del Espacio Atlántico, una suerte de estado del alma, un paisaje por lo tanto, que tiene mucho que ver con la costa de Cádiz. Es una intimidad habitada y abierta. A los íntimos. Gracias por recorrerla.